A veces es bueno que el pito no funcione

Es verdad. No es un titular pensado para que sigas leyendo.

El pito de mi carro suena cuando se le da la gana, y la verdad, estoy muy agradecida.
Muchas veces, en un momento de nula empatía e intolerancia, le he dado un golpe fuerte al centro del timón, donde está ubicado el pito, y no suena.

¿Y por qué me siento agradecida?

Porque cuando le pego al timón y no suena el pito, lo veo como una señal de la vida que me recuerda que puedo ser más paciente, que tal vez es más útil respirar que hacer sonar la insoportable corneta.

No me miran con mala cara, no insultan a mi mamá, no aceleran ni me lanzan el carro encima para demostrarme quién es el rey del mundo, y yo quedo como una hermosa princesa estoica que suma años a su vida.

Cuando llega el momento de actuar o responder ante algo que nos afecta o no nos hace bien, todos, en el fondo, sabemos cuál es el camino correcto.

  • Cuando discutimos con alguien, sabemos que siempre será mejor hablar pausado que gritar.
  • Cuando el mesero se equivoca con el pedido, sabemos que es mejor hablarle amablemente que destruirle su autoestima.
  • Cuando lo primero que hacemos al levantarnos es mirar el celular, sabemos que el día comenzaría mejor si, en cambio, miráramos por la ventana y apreciáramos el amanecer.
  • Y cuando estamos haciendo mercado y agarramos un paquete de esos adictivos triangulitos crocantes que, según TikTok, también sirven para prender fogatas, sabemos que, unos pasillos más allá, podríamos encontrar un universo de cosas mejores para nuestro cuerpo, que no nos dejarían los dedos de un color naranja radiactivo.

Lo sabemos, solo que fingimos demencia.

Qué lástima que, en esos momentos en los que sospechamos que vamos a hacer algo que no nos conviene, no tengamos la ayuda de ese “pito dañado” que nos permita saciar el impulso sin arrepentimientos.


Es decir, una manera de desahogar un antojo, como el de un dulcecito, sin las consecuencias de ese dulcecito.


Pitar, pero no pitar.


¿No sería maravilloso?

Yo creo que sí. Por eso, un día, mientras terminaba de lavar mi pelo y alcanzaba uno de esos nirvanas filosóficos que surgen en la ducha —el año pasado, por esta misma temporada— empecé a darle forma a una experiencia culinaria que fuera una especie de “pito dañado” (aunque sin ese nombre tan poco marketinero).

Una experiencia para compartir toda esa información que tengo y ayudarte a comer delicioso mientras cuidamos este templo sagrado que nos permite movernos y respirar (att: tu Pachamama de confianza).


En pocas palabras: preparaciones variadas y prácticas que te harán pitar de felicidad sin aturdir tu salud.

Se llama:

Con el pie derecho

Un plan de tres horas donde aprenderás a cocinar platos deliciosos y saludables, con un método que te confirmará que es posible comer de manera balanceada sin gastar más tiempo o dinero.

Sabores frescos, recetas simples y una nueva forma de disfrutar la cocina te esperan.

Déjame contarte lo que va a pasar:

  1. Primera parte:
    • Marinadas top, bajas en calorías y grasas, que te sacarán de apuros.
    • Tres maneras de preparar carbohidratos o sustitutos saludables.
    • La fórmula infalible para crear una y mil ensaladas.
    • Tres formas distintas de comer vegetales y no aburrirte.
    • Dos postres fáciles, libres de azúcar.
  2. Segunda parte:
    • Aprenderás a realizar combinaciones deliciosas con las preparaciones anteriores.
    • Nos sentaremos a la mesa a disfrutar de nuestras creaciones y a resolver todas tus dudas.

Esta experiencia la hacemos solo unas cuantas veces al año.

La próxima será el sábado 25 de enero a las 3 p.m. en mi fábrica de experiencias: ConContraseña.

Si quieres separar uno de los cupos y arrancar el año con el pie derecho, haz clic aquí.

Llegó la hora de aprender a hacernos la vida suculentamente fácil.