Me rompieron el corazón

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¿Tienes tiempo?

 

Espero que sí, porque estoy por contarte una historia que a lo mejor te puede servir.

 

Una historia que nace de una decepción y de un corazón un poco roto pero que tiene un final muy feliz.

 

Todo comenzó cuando mi amigo Felipe me dijo que quería hacer la reunión de fin de año de su firma de arquitectura en ConContraseña. 

Llegó el día y todo salió muy bien. Su equipo de trabajo preparó en conjunto una paella, brindaron con sangría y al final se despidieron con una sonrisa en la cara.

 

El año terminó y yo quedé rendida pero feliz.


Me sentía muy orgullosa de lo logrado en ese tiempo y de que tantas empresas hubieran confiado en nosotros para despedir el 2023.

 

Y entonces recibí un baldado de agua fría.  

Felipe me dijo que quería hablar conmigo.

Me llamó y sus palabras textuales fueron: 

“Cata, primero que todo quería agradecerte por la actividad maravillosa que hiciste para nosotros en diciembre. La gente estuvo feliz, la dinámica perfecta, no tuve una queja, pero tengo que decirte algo como amigo y espero no lo tomes a mal.

Yo siento que tu espacio puede ser mucho mejor. A decir verdad, sentí un poco de decepción”.

 

Acá hago una pausa para contarte que en ese momento se me agüaron los ojos.

 

Yo llevaba un año y medio en un lugar que aunque sencillo, me parecía mágico y lleno de amor. 

Sí, no era el espacio ideal pero era el que necesitaba para validar mi idea y lanzarme al agua con prudencia y recursividad, porque así fue construido.

 

Sentí rabia, no lo voy a negar.

Al comienzo me dio rabia con Felipe por su brutal sinceridad; por sentir que con cinco palabras estaba restándole valor a algo que había construido con tanta dedicación, pero después entendí que su honestidad llevaba una carga de mucho amor y de un deseo genuino de verme crecer en un lugar que el sentía que me merecía.

 

Claro, además él es arquitecto y también entendí que su ojo es más crítico que el de los demás.

 

Felipe no tiene filtro y hoy se lo agradezco porque aunque en ese momento fue duro, fue ese sacudón que muy pocos se atreven a darte y que me hizo empezar a soñar de nuevo e imaginar una nueva etapa para mi negocio.

 

Saqué la calculadora y me frustré un montón porque los números no me daban. Estaba decidida a cambiar de local pero hacerlo implicaba una inversión muy alta.

 

Me abrumé, me achanté y cuando estaba a punto de mandar todo a la porra, tuve la fortuna de ser elegida para el Cochran Fellowship Program, una beca dirigida a personas del sector gastronómico, auspiciado por el USDA (Departamento de agricultura de los Estados Unidos).

 

Gracias a esa oportunidad, estuve 18 días absorbiendo todo lo que pude sobre las tendencias gastronómicas de Chicago, New Orleans y Nueva York, en compañía de otros 6 talentosos colegas.

 

Teníamos una agenda de ensueño que incluyó entre muchas otras cosas, dos experiencias que volvieron a encender esa llama de la motivación que andaba medio moribunda:

una comida típica en la casa de un fotógrafo en New Orleans y una clase de cocina en el Southern Food and Beverage Museum, también en la ciudad del jazz.

 

En la primera de ellas, recobré la fe.  

Descubrí que más allá de una locación deslumbrante, la magia de las experiencias depende mucho del anfitrión pero sobre todo de las historias que en ella se construyen. 

Sentí que eso es que lo yo hacía en ConContraseña y que debía sentirme muy, muy orgullosa de lo que estaba logrando.

 

 

En la segunda experiencia, se me puso la piel de gallina cuando entré al espacio de la encantadora Chef Dee Levigne, creadora de Deelightful Roux School of Cooking, la escuela de cocina que se encuentra dentro del museo. 

Yo vi ese lugar y lo que ahí pasaba y dije: esto es lo mío, esto es lo que yo quiero, estoy en el camino correcto.

 

Dee, hermosa como ella sola, me dio algunos consejos en medio de una charla donde compartimos los retos de tener un lugar como estos.

 

 

La inspiración había regresado y aprovechando el maravilloso viaje en el que estaba, decidí visitar otras escuelas culinarias en New Orleans y en mi siguiente destino: Nueva York.

 

 

 

Indagando un poco en la ciudad de los rascacielos, di con un espacio muy cerca a Chinatown que de entrada parecía tener un concepto muy similar al mío y llamé para preguntar si podía conocer.

 

Llegué a un edificio viejo, con una puerta negra, subí unas escaleras, empujé otra puerta y me encontré con el espacio de mis sueños:

 

 

 

Una vez más el ojo se agüó pero de felicidad porque con esa visita el rompecabezas se terminó de armar.

 

Regresé a Bogotá y con ese ímpetu que da la inspiración, retomé la búsqueda de local, desempolvé mi tablero de Pinterest en el que recolectaba ideas y con decisión empecé a construir esta nueva etapa.

 

Vi algunos sitios pero ninguno se ajustaba a lo que yo quería, o sí, pero había que meterles mucha plata. 

Y entonces, sucedió… 

Un sábado de desvelo me metí a metro cuadrado, cambié la zona donde había estado buscando y me topé con un lugar que de entrada reunía todo lo que yo necesitaba y más. 

Fui a conocerlo y dio la casualidad que la dueña es una food stylist súper talentosa con la que alguna vez hablé por instagram y ese espacio era su estudio de fotografía. 

Como se iba a mudar quedaba libre justo para la fecha que yo tenía programada y me lo dejaba equipado con algunas cosas que me iban a servir muchísimo.

 

Fue así como empezó la titánica tarea de transformarlo en tiempo récord (15 días), de juntar las piezas, de reformar, de adaptar, de reciclar y de conseguir algo de financiación.

 

 

 

 

Hoy, con mucho orgullo te cuento, que ConContraseña comienza una nueva etapa. 

Estrenamos locación, ollas, menaje, mesones, estufas, pero sobre todo, estrenamos otra vez la ilusión de crear y de creer, de compartir con la gente, de seguir conectando a través de la cocina, de generar ingresos a las personas que me colaboran, y de sentirme capaz de transformar una “decepción” en una fábrica de experiencias muyyyyyyyyyyy cool.

 

Y es que eso es lo que seremos ahora. 

En ConContraseña no sólo podrás seguir viviendo experiencias gastronómicas. 

Mi propósito es que también encuentres ese lugar que tanto buscabas para hacer tus actividades artísticas o culturales o dictar tus talleres, porque ahora hay más espacio, más sillas y más posibilidades.

¡Caben hasta 30 personas!

 

Te comparto las fotos de nuestra nueva locación.

Espero que te guste, te animes a visitarnos y a contagiarte un poco de esta ilusión:


Y acá puedes conocer en detalle todo lo que hacemos: 

Experiencias abiertas al público (¡Ya está abierta la agenda de agosto!) 

Experiencias privadas 

Experiencias para equipos de trabajo 

Alquiler del espacio para actividades de cocina, artísticas o culturales

 

¡Gracias por leer hasta acá!

Y no te olvides nunca que los sueños se pueden cumplir.